Hermano, hermana, escúchame bien. El 11 de julio de 2021, nuestro pueblo se tiró pa' la calle con un solo sentimiento en el pecho: ¡basta ya! De La Habana a Santiago, cada cubano que salió ese día, con hambre y sin miedo, dejó claro que la dignidad no se negocia, que el silencio no es opción cuando te están matando el alma. Fue un estallido de valentía, un llamado a despertar de una pesadilla que ya dura demasiado.
Pero esa valentía tuvo un precio. Muchos de esos valientes hoy están encerrados, maltratados, castigados simplemente por decir lo que llevamos años callando. Son nuestros presos del 11J. Son los muchachos y muchachas que se enfrentaron al miedo con el pecho descubierto y el corazón lleno de esperanza. Los mismos que, aun entre barrotes, mantienen viva la llama de la libertad que ellos encendieron para todos.
Y es que no hay cárcel que encierre el coraje de un pueblo. No hay reja que pueda frenar las ganas de ser libres. Nuestros presos no son solo un número en una lista, ni una estadística fría en un informe. Son nuestros hermanos, nuestras hermanas, nuestros hijos, nuestras madres… Son Cuba en su estado más puro: dignidad, resistencia, amor por la tierra que nos parió.
Hoy, más que nunca, necesitamos inspirarnos en su ejemplo. Ellos no se doblegaron, no bajaron la cabeza, y nosotros tampoco podemos hacerlo. Ellos, desde esas celdas oscuras, nos están diciendo que el miedo cambió de bando. Que el poder está en nosotros. Que la justicia llega, aunque tarde.
Entonces, mi gente, ¿qué vamos a hacer? ¿Vamos a quedarnos callados mientras siguen encerrando a lo mejor de nuestro pueblo? ¿Vamos a mirar pa' otro lado mientras esos muchachos valientes pagan el precio de lo que todos deberíamos estar haciendo? No, mi Cuba. No nos toca callar. Nos toca gritar más fuerte, nos toca apretar más duro, nos toca ser más valientes aún.
Porque ellos, los presos del 11J, están pagando por todos. Están mostrando con su sufrimiento que el cambio es posible, que un país mejor es más que un sueño, es una necesidad, es un deber. Y no podemos dejar que su sacrificio sea en vano. Ellos son la señal de que ya basta, de que este pueblo no aguanta más.
Levántate, Cuba. Que cada uno de nosotros sea eco de ese grito de libertad. Que no nos falte el coraje ni el amor por los nuestros. Que cada gesto de solidaridad, cada palabra de apoyo, sea una flor en el camino hacia una patria nueva. Una patria libre.
Por ellos, por todos los que han caído y los que se mantienen firmes. Por los que están dentro y por los que estamos fuera. Que sepan que no están solos. Que sepan que su lucha es nuestra lucha, que su dolor es nuestro dolor, pero sobre todo, que su esperanza es la esperanza de una Cuba libre, una Cuba de verdad.
¡Seguimos pa’lante, hasta que la libertad sea la única bandera que ondee en esta isla! ¡Libertad para los presos del 11J! ¡Libertad para Cuba!
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