
El 9 de agosto de 2021 quedará marcado como una fecha de vergüenza para la lucha por la libertad de Cuba. Ese día, el Consejo de Transición, a través de un pronunciamiento en ADN Cuba, desenmascaró sus verdaderas intenciones: traicionar al pueblo cubano y entregar nuestra dignidad en bandeja a intereses extranjeros y económicos. Este no fue un llamado a la justicia ni a la democracia, sino un acto calculado de traición que debería indignar a todo cubano con un mínimo de vergüenza en su corazón.
La Junta Militar del régimen, a través de su Dirección de Contrainteligencia, jugó un papel clave en este plan siniestro. ¿Por qué José Daniel Ferrer García fue mantenido tras las rejas mientras otros opositores anticastristas, como Berta Soler y Guillermo Fariñas, eran devueltos a sus casas bajo vigilancia? La respuesta es clara: invisibilizar a los que no encajan en la narrativa del régimen y darle todo el protagonismo a un falso "león de Oriente" que, en realidad, no es más que un peón en el tablero de quienes pretenden pactar con el castrismo y perpetuar el sufrimiento de nuestro pueblo.
El Consejo de Transición es, en esencia, una farsa. En su pronunciamiento no hay una sola exigencia contundente que refleje los intereses legítimos del pueblo cubano. No hablan de la liberación inmediata y sin condiciones de todos los presos políticos. No exigen la derogación de la ilegítima Constitución de 2019 ni el restablecimiento provisional de la Constitución de 1940, la única base jurídica que representa la soberanía del pueblo cubano. ¿Por qué? Porque este consejo no trabaja para Cuba, sino para sí mismo y para los intereses económicos de las transnacionales que se enriquecen a costa de nuestra miseria.
¿Quién está detrás de esta traición? Rosa María Payá Acevedo, líder impuesta y respaldada por agencias extranjeras, y su organización Cuba Decide, que se ha convertido en un brazo ejecutor de esta agenda antinacional. Su cercanía con intereses económicos extranjeros, como las cadenas hoteleras Meliá, demuestra que su prioridad no es la libertad de Cuba, sino garantizar el control de las riquezas de nuestra tierra bajo un nuevo disfraz.
El 11 de julio de 2021 fue un estallido social genuino, un grito de resistencia de un pueblo harto de seis décadas de represión. Que el Consejo de Transición lo minimice o lo tergiverse es una falta de respeto a los cubanos que arriesgaron su vida ese día. Pero lo más indignante es que, mientras se llenan la boca con discursos vacíos, estos traidores evitan enfrentar las demandas reales del pueblo: justicia, dignidad y el fin de una dictadura que ha convertido a nuestra patria en una cárcel.
Aquí no hay espacio para la ambigüedad. Cada cubano debe hacerse una sola pregunta: ¿Soy un patriota que lucha por la libertad de mi tierra o soy un traidor que pacta con el enemigo? Los que eligen la segunda opción tienen un nombre: mercenarios de la dignidad cubana.
Cuba no necesita consejos de transición serviles, ni líderes impuestos desde fuera. Cuba necesita cubanos con coraje, que se levanten con la frente en alto y exijan la restauración del orden constitucional legítimo de 1940, sin pactos, sin negocios y sin traiciones.
La historia no perdonará a los traidores, pero honrará por siempre a los que luchan con dignidad. Si eres cubano de verdad, este es el momento de tomar partido. La libertad no se mendiga, se conquista con honor.
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