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El Payaso Tontín: Risas de Libertad


Alexander Peraza García. Payaso Tontín
Alexander Peraza García. Payaso Tontín

Bajo las luces brillantes de un pequeño escenario en Sagua la Grande, el Payaso Tontín se alzaba como un faro de esperanza en medio de la oscuridad de la opresión. Con su cara pintada de blanco y rojo, sus malabares llenos de vida y sus carcajadas contagiosas, deslumbraba a niños y adultos por igual. Pero detrás de esa alegría radiante, habitaba un hombre con un corazón inflamado de valentía y un sueño inquebrantable: liberar a su patria, Cuba, de las cadenas del totalitarismo y devolverle la dignidad que una vez poseyó bajo la Constitución de 1940.

Tontín no era solo un payaso. Era un guerrero encubierto, un luchador que transformaba cada acto de comedia en una denuncia contra la injusticia. En sus rutinas, escondía mensajes que solo los corazones atentos podían descifrar: globos con los colores de la bandera cubana que ascendían como un grito de libertad, cadenas que rompía al final del show como símbolo de resistencia, y canciones infantiles que escondían historias de derechos robados y justicia anhelada.

En los pequeños pueblos, la gente veneraba a Tontín. Su alegría era un soplo de aire fresco en medio de la asfixia del régimen. Sin embargo, sabían que su verdadera magia no residía solo en las risas que regalaba, sino en los mensajes que susurraba. Después de cada actuación, entregaba copias clandestinas de la Constitución de 1940 a los padres que asistían al espectáculo. Les hablaba del poder de sus derechos y de la necesidad de luchar para que sus hijos no crecieran en un país sin futuro.

Un fatídico día, mientras actuaba en un parque abarrotado, la seguridad del Estado llegó como un torrente de sombras. Había rumores de que Tontín estaba difundiendo propaganda contrarrevolucionaria. Los murmullos de advertencia se extendieron entre la multitud, pero él no retrocedió. Se paró al frente, bajo las luces tambaleantes del escenario, y con una sonrisa inquebrantable exclamó: “Nunca he temido ser un payaso, porque un payaso trae esperanza. Y la esperanza es un arma que ningún dictador puede destruir.”

Aquella tarde fue arrestado, acusado de "propaganda contra el orden constitucional" bajo las leyes represivas de la ilegítima Constitución de 2019. Lo llevaron a una celda sombría, lejos del bullicio del parque, pero no pudieron apagar su luz. Con los fragmentos de papel que encontraba, escribía mensajes de inspiración para los demás prisioneros, recordándoles que incluso en las tinieblas, la llama de la libertad puede arder con fuerza si el corazón se mantiene firme.

La noticia de su encarcelamiento se propagó rápidamente. En cada rincón de Cuba, su nombre se convirtió en un símbolo de resistencia. Las risas que había sembrado florecieron en forma de canciones, murales y pequeños actos de rebeldía. Niños que habían reído con él ahora coreaban su nombre como un grito de esperanza, mientras los adultos organizaban reuniones clandestinas inspiradas en su ejemplo.

El régimen intentó silenciarlo trasladándolo a una prisión de máxima seguridad, pero antes de partir, Tontín dejó un último mensaje grabado en las frías paredes de su celda: “Las cadenas solo se rompen cuando el corazón no se rinde. La libertad no es un regalo; es un derecho que debemos reclamar.”

Hoy, el Payaso Tontín sigue encarcelado, pero su legado trasciende los barrotes. Es un faro para todos los cubanos que sueñan con un país libre. Su historia no solo habla de risas y esperanza; también es un recordatorio de que la dignidad humana no puede ser arrebatada por ningún tirano. Porque incluso tras la máscara de un payaso, había un héroe decidido a transformar las lágrimas de su patria en risas de libertad.

 
 
 

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