Detrás de cada debate sobre la necesidad urgente de restaurar la Constitución de 1940, a menudo olvidamos a los hombres y mujeres de diversos sectores sociales y partidos políticos que se reunieron en la Convención Constituyente el 7 de febrero de 1940 en el Capitolio de La Habana.
Tras años de gobiernos militares, intervenciones extranjeras, violencia política, una dictadura y una revolución, 72 hombres y tres mujeres fueron elegidos democráticamente como delegados, con 35 representando al gobierno y 41 a la oposición.
Los debates, seguidos con entusiasmo por la radio, mostraron que los delegados tomaron en serio la exhortación de José Manuel Cortina de dejar fuera los intereses partidistas y mantener "la Patria dentro". Se discutieron y se incluyeron en la constitución temas esenciales como igualdad ante la ley, derecho al habeas corpus, libertad de expresión y culto, educación, derechos sindicales y la proscripción del latifundio.
Estos debates demostraron la alta preparación, inteligencia y capacidad de análisis de los constituyentes. La vigencia de los temas tratados sigue siendo asombrosa. Por ejemplo, el intercambio entre Orestes Ferrara, Alicia Hernández de la Barca y Salvador García Agüero sobre la pena de muerte y la rehabilitación de los reos.
Más allá de los debates y sus resultados, la Asamblea Constituyente de 1940 es el único momento en la historia de Cuba en que delegados elegidos libremente por el pueblo, sin presión extranjera, lograron discutir y conciliar criterios diversos para alcanzar un equilibrio político y social. Los cubanos entendieron que la política es el arte de lo posible. Un aire de esperanza recorrió el país y la Constitución del 40 quedó fijada en el imaginario nacional como un hito histórico.
Cada vez que los cubanos tengamos la oportunidad de debatir criterios diferentes, deberíamos recordar el ejemplo de la Asamblea Constituyente de 1940.
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